LOS ENVASES
Se sabe que los primeros envases para guardar ese néctar de los dioses que se lograron arrancar de las entrañas a la uva, fueron unas bolsas hechas de cuero de animales; posteriormente los fenicios, a quienes les debemos que el vino haya evolucionado y encontrado su verdadero camino, utilizaron ánforas cilíndricas de barro cocido, taponados con tacos de madera y en donde transportaban el vino hacia otros lugares.
Una prueba de ello, fue el descubrimiento hecho por el explorador subacuático Robert Ballard, quien encontró hace 16 años en el mar Mediterráneo, unas 400 ánforas de 20 litros cada uno que contenían vino.
Se trataba del naufragio de un par de embarcaciones fenicias que habrían zarpado del puerto de Tiro (hoy el Líbano) en el año 725 a.C., con rumbo probable a Egipto.
Pero la utilización de las botellas para guardar vino aparecieron a finales del siglo XV en Italia, país donde ya los artesanos experimentaban con el vidrio; pero se cree que fue Dom Pierre Perignon, un benidictino francés, una suerte de zar del champagne, quien ideó las primeras formas de los envases de vidrio, dos siglos más tarde.
Esas primeras botellas obviamente eran panzudas y achatadas, y no había diferencia respecto al tipo de vino que allí se envasaba. No tardaría mucho la industria del vidrio en perfeccionarse y proponer nuevas formas y colores para los distintos tipos de vinos que ya se empezaban a producir; es por ello que los conocedores sostienen que la forma, el tamaño y el color de las botellas proporcionan información que define el tipo y la calidad del vino que guarda.
Es en la vieja Europa donde nacen las ya famosas botellas bordelesas y borgoñosas, de las que hablaremos en otro blog. (Omar Z.V.)
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